lunes, 6 de octubre de 2025
domingo, 5 de octubre de 2025
sábado, 4 de octubre de 2025
Oración a Jesús
Señor Jesús, Hijo de Dios y Salvador mío, me acerco a Ti con el corazón humilde y confiado. Reconozco tu amor inmenso manifestado en la cruz y en la resurrección; en tu presencia encuentro consuelo, fuerza y verdad. Tú conoces mis nombres, mis heridas y mis silencios; pon tu mano sanadora sobre mí y sobre los que amo.
Te doy gracias por la vida, por los bienes recibidos y por las lecciones también difíciles. Perdóname por mis faltas, por las palabras y obras que han separado mi corazón del tuyo. Límpia mi conciencia, renueva mi voluntad y ayúdame a volver siempre a Ti cuando me alejo. Dame un corazón sencillo para amar como Tú amas, capaz de perdonar, de servir y de ofrecer esperanza.
Jesús compasivo, te pido por mi familia y mis amigos: protégelos, acompáñalos en sus caminos, cura las enfermedades físicas y del alma, conforta a los que lloran y sustenta a los que están desanimados. Sé luz en nuestras decisiones, calma en nuestras ansiedades y guía cuando no vemos el camino. Concédenos unidad, humildad y cariño perseverante para apoyarnos mutuamente en la fe y en la vida cotidiana.
Te ruego también por quienes sufren sin consuelo: los enfermos, los pobres, los perseguidos, los que han perdido la esperanza. Que tu misericordia se muestre a través de manos que ayudan y de corazones que acogen. Inspira a los que gobiernan y a los que trabajan por la justicia para que protejan la dignidad de cada persona.
Señor, dame la gracia de aceptar tu voluntad, aunque la senda sea dura; enséñame a confiar en tu providencia y a colaborar con generosidad en el bien. Haz de mí un instrumento de tu paz: que pueda sembrar reconciliación donde hay conflicto, ternura donde hay frialdad, y alegría donde hay tristeza.
Jesús mío, quédate conmigo hoy y siempre. Fortalece mi fe en los momentos de duda, enciende mi esperanza cuando el futuro parece incierto y aviva mi caridad para que mis actos hablen de Ti. Que mi vida refleje tu amor con obras y con palabras, y que al final de mis días pueda presentarme ante Ti con paz y gratitud.
Te lo pido en tu nombre, Señor, confío en tu perdón y en tu promesa de vida eterna. Amén.
Oración a Jesucristo
Señor Jesús,
Tú que eres el camino, la verdad y la vida,
te abro mi corazón en este momento.
Gracias por tu amor inmenso, por tu cruz y tu misericordia.
Te entrego mis miedos, mis dudas y mis cansancios.
Dame la fuerza para seguir tus pasos,
la humildad para aceptar tu voluntad,
y la fe para confiar en tu promesa.
Jesús, ilumina mi vida con tu luz,
guía mis decisiones con tu sabiduría
y lléname de tu paz y tu amor.
Que nunca me aparte de Ti,
porque sólo en Ti encuentro descanso y esperanza.
Amén. ✨
Vivirás en mi corazón
Vivirás en mi corazón —no como un recuerdo frágil que se apaga con el tiempo, sino como una presencia constante que transforma lo cotidiano. Cuando pienso en ti, no vuelvo sólo a un rostro o una fecha: vuelvo a risas compartidas, a gestos pequeños que enseñaron cómo se ama y a las palabras que quedaron como faros en noches de incertidumbre.
El dolor de la ausencia es real y honesto; no lo escondo ni lo minimizo. Pero junto a ese dolor aparece también la gratitud: por el tiempo que exististe en mi vida, por lo que aprendí contigo, por las historias que ahora son parte de mi forma de mirar el mundo. Guardarás tu lugar en mí en las cosas sencillas —una canción, una frase, un olor— y en las decisiones que tomaré porque fuiste ejemplo.
Prometo llevarte conmigo sin encadenarme al pasado: honraré lo que me diste viviendo con la ternura y la valentía que me inspiraste. Habrá días de silencio y días de sonrisa fácil; ambos serán formas distintas de decirte, sin palabras, que sigues aquí.
Que esta certeza alivie el peso cuando lo necesites: no te vas del todo. Vivirás en mi corazón, en mis pasos, en las manos que decido tender a otros. Y allí, en ese lugar íntimo y verdadero, tu nombre seguirá siendo luz.
miércoles, 1 de octubre de 2025
La Marea Silenciosa de las Ausencias
Aquí estoy, sentada en este sillón que reconozco, pero que a veces se siente ajeno. Miro mis manos, estas manos que han amasado pan, acariciado rostros y escrito tantas cartas, y me pregunto: ¿de quién son en verdad? Sigo siendo yo, lo sé, en lo profundo, en esa chispa que aún arde. Pero una marea silenciosa sube, y no es de agua salada, sino de olvido.
Es extraño. Es como si el universo hubiera decidido empezar a quitarme mis libros de la estantería, uno a uno, sin preguntar. Hoy se fue el nombre de la flor que planté con tanto cariño el verano pasado. Ayer, el motivo exacto de esa cicatriz en mi rodilla. Y mañana, ¿qué será? ¿El rostro de mi primer amor? ¿El sabor del café que mi madre me enseñó a preparar?
A veces me asusta, claro que sí. Me asusta no poder encontrar el camino de vuelta a la cocina o mirar a mis hijos y tener que luchar por traer sus nombres a la superficie. Pero otras veces... otras veces siento una extraña paz. Es como si al irse las anécdotas, se fueran también las viejas penas, los rencores tontos, las preocupaciones sin importancia.
Quizás, y solo quizás, la memoria no es lo que nos define por completo. Tal vez lo que queda, lo que resiste a esta niebla, es la esencia pura. El sentir. Aún puedo sentir el calor de un abrazo, la belleza de una melodía y el amor inmenso que late por quienes me rodean.
Así que, mientras mi mente se despide lentamente de los hechos y las fechas, me aferro a lo que es eterno: el amor que di y el amor que recibo. Ellos no están en mis recuerdos, están en mi corazón. Y por ahora, mi corazón sigue sabiendo quién soy. Soy la mujer que ama. Soy la mujer amada.