En un rincón del alma, donde el tiempo no pesa,
la amistad florece, como una dulce promesa.
Resiste la distancia, como un río en su cauce,
y en silencios profundos, encuentra su balance.
Te imaginas, querida, en un café lejano,
con risas que vuelan, como un canto urbano.
Las horas se escapan, pero el lazo se aferra,
y aunque estés lejos, tu esencia no cierra.
Recuerdos compartidos, como un vino añejo,
cada sorbo un susurro, cada risa un reflejo.
Las anécdotas brotan, como flores en mayo,
y en cada palabra, se siente el estallido.
La vida nos lleva, a caminos diversos,
pero el hilo invisible, nos une en universos.
Un mensaje, un emoji, un simple "¿cómo estás?",
y el corazón late, como un viejo compás.
Los silencios son oro, en la danza del tiempo,
a veces, solo estar, es el mejor sentimiento.
No hacen falta palabras, ni promesas vacías,
la amistad es un abrazo, que nunca se enfría.
Así que, amiga mía, aunque el mundo se mueva,
nuestra conexión brilla, como estrella en la niebla.
La verdadera amistad, es un regalo divino,
resiste el tiempo, la distancia, y el destino.
Así que brinda por ello, por cada risa y llanto,
por esos momentos, que llenan el encanto.
Porque en cada latido, en cada suspiro,
la amistad es un viaje, que nunca tiene giro.
