El agua fluye sin detenerse, acaricia las piedras y las suaviza, atraviesa los caminos más difíciles sin oponer resistencia. A veces parece débil, pero con paciencia y constancia es capaz de abrir surcos en la roca más dura.
Así también es la vida: cada experiencia, como una gota, nos moldea. El tiempo y las dificultades no siempre hay que enfrentarlos con fuerza bruta, sino con flexibilidad, como el agua que se adapta a cada curva y sigue su curso.
El paso del agua nos recuerda que la suavidad puede ser más poderosa que la rigidez, y que avanzar, aunque sea despacio, es lo que nos permite llegar al mar de nuestras metas.
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