lunes, 1 de septiembre de 2025

“La cara amable del mundo”

Hay momentos —pequeños y discretos— en los que la amabilidad del mundo se revela sin pedir permiso: el vecino que trae pan cuando sabes que estás cansado, la persona que sostiene la puerta sin mirar el reloj, el desconocido que recoge una bolsa que se ha caído y la devuelve con una sonrisa. Esos gestos no corrigen todas las injusticias ni borran las preocupaciones, pero actúan como recordatorios: la vida está hecha también de pequeñas atenciones que suavizan los bordes.

La cara amable del mundo no siempre es espectacular. No suele aparecer en los titulares. Se manifiesta en la paciencia de quien escucha, en la mano que ayuda a incorporarse, en la explicación que aclara una duda sin prejuicios. Es discreta porque no busca reconocimiento; su fuerza está en la constancia. Cuando estas acciones se multiplican —aunque cada una sea humilde— transforman la cotidianeidad: convierten calles grises en pasillos donde es posible confiar un poco más, convierten oficinas y aulas en espacios donde aprender sin temor.

Reconocer esa cara amable no es ingenuidad: es decisión. Elegir verla implica mirar con atención y agradecer, sin esperar nada a cambio. Además es contagioso. La atención que recibes suele devolverse de formas inesperadas: un favor devuelto años después, una sonrisa repetida a quien la necesita, una cadena de cuidados que atraviesa generaciones. La amabilidad no anula la dificultad, pero hace que la carga sea más llevadera.

Cuidarla exige pequeñas prácticas: agradecer con palabras claras, ofrecer tiempo cuando se puede, prestar apoyo sin condiciones. También implica denunciar lo que hace daño, porque la amabilidad no es complacencia frente a la injusticia; es resistencia a la hostilidad cotidiana y apuesta por la dignidad.

Si miramos con cuidado, la cara amable del mundo está allí, a la espera de ser reconocida y ampliada. Ser parte de ella no exige gestos heroicos: basta con la coherencia y la voluntad de ser —aun con errores— una presencia que hace más llevadero el paso de los demás por la vida.

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